Liz mira por las rendijas de la ventana y ve que ya no pasa ninguna luz. Entiende que ya debe estar anocheciendo. Después de un rato, Samuel entra en el cuarto con una bandeja en las manos. Se detiene en el centro de la puerta, mirando a Liz con una sonrisa en el rostro.
—Samuel, por favor, ¡suéltame! Samuel, ¿ves lo que me estás haciendo? Esto es algo insano, Samuel. Has perdido la razón, solo puede ser eso lo que te está pasando. ¿Cómo eres capaz de hacerme esto? Me estás lastimando, estás dañando mi salud mental. ¿Cómo crees que voy a poder enamorarme de una persona que me tiene presa así como tú lo has hecho? ¡Nunca podré enamorarme de ti de esta manera! Quien ama quiere ver al otro libre, no hacerle esto a una persona. —Ella intenta persuadir a Samuel.
—No pienses que voy a caer en tus palabras. Lo que estoy haciendo es todo por amor a ti, y puede que ahora no lo veas, pero en el futuro, cuando te des cuenta, estarás enamorada de mí. Estarás de acuerdo conmigo y te darás cuenta d