Jack está muy indignado con todo lo que está pasando, porque una vez más Acacia intentó engañarlo con la mayor desfachatez y aún lo perjudicó a él y a Liz, armando un escándalo frente a todos en el hospital, atrayendo la atención de los empleados. Liz, aunque está algo molesta por todo lo sucedido, es más centrada y tranquila. Ahora, su prioridad es calmar a Jack, que está extremadamente nervioso, al punto de cometer una locura. Liz se pone un poco nerviosa y asustada, porque nunca lo había visto actuar así antes y apenas reconoce al hombre gentil, romántico y cariñoso que conoció desde la primera vez que pisó ese hospital. En el camino, algunas personas se acercaban a preguntar si estaba bien, y él gritaba, insultando a quien fuera.
Al llegar al despacho de Jack, él entra como un huracán y, en lugar de sentarse, se queda de pie, caminando de un lado a otro. Liz se acerca, sosteniendo su rostro, y lo besa suavemente en los labios, con calma, intentando tranquilizarlo.
—¡Ay, Dios, por