Su corazón estaba oprimido. Lis usaba oxígeno y tenía una mirada llena de miedo. Él intentaba ser lo más fuerte posible, pues sabía que en ese momento no podía flaquear, ya que era el pilar de Lis, completamente perdida en ese momento, y lo necesitaba más que nunca.
—No los perderé. Todo estará bien —dijo Jack, en voz baja y firme.
Lis asintió, tomó su mano y lo miró a los ojos todo el tiempo. La cirugía comenzó cinco minutos después. Jack se quedó allí, acariciando su rostro e intentando ser confiado.
Mientras, por dentro, Jack estaba en pánico; el miedo ya lo había consumido por completo. Quería despertar de esa pesadilla.
Colocaron a Lis de lado, y el anestesista hizo su trabajo con eficiencia. La sábana levantada impedía que Jack viera la cirugía. Para ser honesto, Jack estaba agradecido por eso. No sabría cómo lidiar con la imagen de alguien cortando la barriga de su mujer.
El tiempo pasaba tan lentamente que Jack creía que pronto enloquecería. Pero sabía que necesitaba mantener