Capítulo 86
Alex

Andrés había estado inusualmente callado durante todo el camino a casa. Se aferraba a su tortuga de peluche, esa que Eliza solía poner junto a su almohada en las noches. Sus ojos no escudriñaban la carretera como de costumbre, sino que buscaban otra cosa, o a alguien.

En cuanto entramos en la casa, vi cómo sus ojos recorrían de un rincón a otro, como intentando confirmar un miedo que todavía no se atrevía a pronunciar.

—¿Qué estás buscando, campeón? —Pregunté, dejando la bolsa del hospital sobre el sofá.

Él dudó, luego me miró. —Eh... ¿dónde está mamá? Quiero decir... ¿Ely?

Ely.

Aún la llamaba así. Se me apretó la garganta.

—No fue al hospital... y ahora tampoco está aquí —su voz se quebró levemente—. ¿Dónde está, papá?

Forcé una respiración profunda y me senté a su lado. —Ella ya no vive aquí, Andrés.

Se quedó paralizado. —¿Qué quieres decir?

Antes de que pudiera responder, Valeria salió de su habitación como un demonio.

—Bueno, no vamos a endulzar las cosas —anunció, cruzándose
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