Eliza
Era él.
El atractivo desconocido del gimnasio.
Su traje negro estaba hecho a medida para su molesta perfección, y sostenía un paraguas negro sobre su cabeza, aunque la lluvia ya había empapado su oscuro cabello. Su mirada bajó hasta encontrar la mía; vi rabia en sus ojos, una ira silenciosa, pero ardiente. Y no tenía idea de por qué.
¿Estaba enfadado porque me había estrellado contra su pecho? ¿Porque había huido la última vez que nos vimos? Quizá era de esos que guardaban rencores. Si era así, estaba en problemas.
Mi corazón retumbaba en mis oídos, ya estaba demasiado agitada para pelear contra los dos hombres que me perseguían y si el señor irresistible del gimnasio decidía unirse a ellos, estaba condenada.
Arriesgué una mirada hacia atrás.
Los dos tipejos me habían alcanzado, pero ahora dudaban, sus ojos observaban nerviosos al hombre alto entre nosotros.
"Así es, pónganse nerviosos. Seguro que come a tipos como ustedes en el desayuno". Dije mentalmente, sin poder evitarlo.
No