Desde que Kate me convenció de volver a la oficina, no he dejado de pensar si fue una buena idea.
Su salud es lo primero, pero ella también necesita su espacio, lo sé. Esa mujer es fuego y ternura a la vez, y no puedo dejar que ese brillo se apague por mantenerla demasiado protegida. Aun así, mi instinto de protegerla no desaparece. No desde que supe que dentro de ella crece nuestro hijo.
La semana había transcurrido con el peso del trabajo acumulado y el miedo de perderlos.
Aún me despierto en las madrugadas, sudando, buscando su respiración, asegurándome de que todo esté bien. Y lo está. Pero el miedo... ese nunca se va del todo.
Hoy había tenido varias reuniones, nada fuera de lo normal, hasta que Susana me anunció que tenía una cita sin agendar. No me dijo quién era, pero accedí a recibirla. Tenía la sensación de que no debía, pero lo hice.
Y entonces, entró ella.
Alba Montemayor.
El nombre me perforó la mente apenas la vi entrar. No necesitó presentarse. Habían pasado años desd