Finalmente me encontraba en casa. Después de una larga semana en el hospital, pude salir de alta no sin antes una serie de cuidados estrictos para mantener con vida a mi bebé.
"Mi bebé."
Ni siquiera podía creer que me encontraba embarazada.
Aún me costaba asimilarlo. Sentada en el borde de la cama, con una almohada presionando suavemente mi espalda, pasé mis manos por mi vientre aún plano, como si buscara confirmar que algo estaba creciendo dentro de mí. El silencio de la habitación contrastaba con el bullicio de emociones que llevaba por dentro: miedo, incertidumbre… pero también un destello de esperanza.
El doctor había sido claro: necesitaba reposo absoluto, nada de estrés ni movimientos bruscos. Las amenazas de perder al bebé no eran menores. Y aunque mi cuerpo estaba débil, era mi mente la que más me pesaba.
Durante los días en el hospital Dimitri , no se apartó de mi lado. Dormía en una silla incómoda, pendiente de cada sonido que hacía, de cada gesto, de cada contracción repent