Justo a las tres y quince, Rebeca aún seguía despierta trabajando en los contratos de confidencialidad con Lidia y Gael, otro subordinado que estaba ayudando a Lidia con el personal para la reunión. Se levanta de su escritorio e ingresa en la habitación de Víctor; él estaba profundamente dormido para ser alguien que necesitaba levantarse temprano.
—Víctor, levántate. Son las tres y dieciséis.
Víctor despierta agradeciendo que lo hayan despertado. Ya no siente el horrible dolor de cabeza; ahora está más relajado.
—Gracias, Rebeca…— Ella asiente y sale de la habitación.
Entró en su baño, echó agua fría en su cara para terminar de despertar, tomó su arma y la guardó entre su ropa. Fuera de su habitación ya lo esperaba Lidia; ambos salen de la casa y su auto ya estaba preparado para partir. Tres camionetas partieron hacia un rumbo desconocido; a esas horas no había ni una sola alma en las calles. El trayecto fue de unos treinta minutos hasta llegar a una bodega custodiada por dos subordin