Capítulo 4

Aunque todo el apartamento cabría en el vestíbulo de la casa de su abuela Giovanna. Pero estaba limpio y olía bien, a dulce de algo. Su hogar tenía estilo y buen gusto y eso era admirable. Selene entró en el salón con un jarrón de cristal lleno de rosas que colocó sobre una mesa.

— ¿Has terminado? Vamos que nos esperan.

— Espera un momento.

Selene desapareció de nuevo y cuando volvió, se había puesto unas sandalias doradas y un agradable perfume que olía a dulce y que parecía envolver todo el apartamento. Llevaba un vestido verde con tirantes, se veía como toda una ninfa. Una fina cadena plateada, separaba el corpiño de la falda de vuelo, que caía por debajo de las rodillas. Con el pelo suelto y un poco de maquillaje. Tenía un aspecto sencillo y elegante.

— ¿Y bien? Que le parece. —le preguntó ella.

— ¿Satisfecho con el vestido que tú has pagado?.

Steven se mordió la lengua para contener la rabia que provocaba la actitud de ella, al expresarse además le haría saber quién era él. Además, le había dejado claro que no tenía que aceptar su oferta. Podía marcharse cuando quisiera. Ella había decidido aceptar su propuesta y la firma de un contrato.

— Estoy muy satisfecho, gracias. De hecho, estás hermosa. Claro que en la cena habrá hombres dispuestos a coquetear contigo. —Selene frunció el ceño y dijo airada.

— ¿Cómo te atreves, a decir eso?. —le espetó ella, indignada.

— Estás muy bella y no me provoque, señorita Scott, porque descubrirá que también yo tengo una lengua afilada, como la tuya. Y ahora, vamos a la cena, vamos a ver qué tan actriz eres.

Selene tuvo que apretar los dientes para no decirle lo que pensaba de su jefe. Selene seguía creyendo como convencer a toda esa gente en la cena, de que estaba locamente enamorada de él. Tenía que hacerlo muy bien, para convencer a toda en la cena.

— No puedo decirte lo emocionada que estoy, por esta cena con tus conocidos. —empezó a decir, poniendo una mano en su brazo. — Es como si te hubiera esperado durante toda mi vida y ahora, por fin, estás aquí amor mío, mi cielo. —añadió, con una sonrisa coqueta. — ¿Qué tal así? Estará bien. Steven esbozó una sonrisa.

— Mucho mejor. ¿Ahora veámonos?.

Selene intentó no molestarse cuando él rodeó su cintura con el brazo y mantuvo la sonrisa en los labios mientras salían a la calle. El chofer bajó de inmediato para abrirles la puerta, pero una vez en el interior se volvió para fulminar a Steven con la mirada.

— No se te ocurra tocarme cuando estemos solos, ese fue el trato Steven.

— Está bien Selene Preferiría tocar ácido. Replicó él.

No volvieron a intercambiar palabra hasta que bajaron de la limusina. Selene se quedó sorprendida. No sabía que la cena era en un restaurante muy elegante y muy conocido en el mundo. El maitre saludó a Steven.

— ¿Aquí podemos hablar libremente?. —le preguntó en voz baja cuando por fin se sentaron a la mesa.

El camarero les recomendó el ravioli en salsa agria como entrante y el cordero con hinojo al horno como primer plato. Selene aceptó, encantada. No había podido probar bocado desde su reunión con Steven la noche anterior y aquella sería su única oportunidad de comer en un restaurante bueno.

— Bueno, explícame exactamente lo que debo hacer Steven. —le dijo cuando el camarero desapareció.

Steven cubrió su mano con la suya y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no apartarla. No estaba preparada para ese roce ni para los locos latidos de su corazón.

— Recuerda que debes mirarme con amor. Nadie puede oír lo que decimos, pero sin duda estarán observándonos, pensaran que estamos enamorados por completo. —Selene hizo un esfuerzo para sonreír.

— ¿Ok haré lo posible?

— Espero que sí.

— Entonces, cuéntamelo todo. El suspenso me está matando.

— Mi abuela quiere hacer una gran fiesta en su palaciego en Roma, el detalle es que quiere entregar el título de Conde de Chesterfield. Entonces los dos únicos que podemos obtener ese título es mi primo Tomaso y yo. Pero lo hará si alguno de los dos tenemos una relación seria. Y tu trabajo es ayudarme a obtenerlo.

— ¿Tu familia pertenecen a los Chesterfield, o sea que tu abuela es una condesa?

— Eso es un secreto, que nadie debe saber Selene. —ella lo estudió en silencio. No podía creer lo que le decía.

— ¿Y ese título es real?

— Si es verdad. Si quieres investigar. Además, Selene tú firmaste un contrato.

— Ya lo sé ¿Pero por qué tienes que mentir?

— Eso es irrelevante. Lo único que debes saber que me vas a ayudar a obtener ese título.

— ¿Y tu abuela quiere dárselo a un nieto que esté comprometido?

— No voy a contarte nada más. Lo que Importante aquí es que me vas a ayudar, además la villa de mi abuela Giovanna es una fortaleza diseñada para esconder secretos. Hasta mi propia familia lo tiene. Necesito que te relaciones con mi abuela Giovanna, cuando llegues allí.

— Muy bien Steven.

— La casa estará llena de gente y eso juega a nuestro favor. Para que nos vean juntos. —la conversación se interrumpió de nuevo cuando llegó el camarero con los platos y Selene aprovechó para apartar la mano.

— ¿Por qué no vas solo a la villa en lugar de organizar todo esto? Además, deben de entender que un hombre como tú, no se compromete. —le preguntó ella, mientras empezaban a comer.

— Eso no es posible. —Steven dejó escapar algo parecido a una risita.

— ¿Por qué no? Seguro que tienes un avión privado, para poder ir. —ella entre cerro los ojos. — ¿De qué te ríes?

— Lo entenderás cuando conozcas a mi abuela Giovanna. No se puede aparecer en su casa así, de repente.

— ¿Por qué no?. —Selene torció el gesto.

— Giovanna no es una abuela normal. Si quiero verla, tengo que pedir cita.

— ¿Tienes que pedir cita para ver a tu propia abuela? Vaya que es algo extraño. —él asintió con la cabeza, como si fuera perfectamente normal.

— Qué horrible, que tu abuela sea así.

— Ella es así, y ahora quiere entregar el título de Conde de Chesterfield, a uno de sus nietos. Y todo aquello por lo que me he pasado la vida trabajando me será arrebatado.

— ¿Cómo así?

— Eso da igual Selene, mi abuela, cuando quiere algo lo obtiene.

— Vamos Steven, es tu abuela, me la estás vendiendo como una bruja mala de un cuento de hadas.

— Sé que no tienes familia Selene, eres hija única. —Selene soltó el tenedor, indignada, pero él volvió a tomar su mano.

— Dulce y cariñosa, mi vida. No olvides que nos están observando. Mi amor mío, mía tesorina.

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