La doctora iba impecablemente vestida con un traje, y su bata de médico, llevaba el cabello gris recogido en un moño perfecto.
— Buenos días usted debe ser Selene Scott verdad.
— Si…
— Su esposo no vino con usted. —contestó la secretaria, con la mayor firmeza que pudo.
Ella frunció el ceño y le lanzó una mirada furibunda.
— Señorita Scott la doctora espera por usted, que pase.
— Ok... Disculpe no prestar atención. —respondió ella.
Haciendo acopio de valor, le dio la espalda a la mujer y se dirigió al consultorio. Contó en silencio, esforzándose por controlar su respiración y su pulso acelerado: uno, dos, tres… Iba por siete cuando oyó a la doctora resoplar, y luego el ruido de sus tacones.
— Bueno, señora, deje los nervios es solo una revisión, lástima que su esposo no esté aquí para apoyarla.
— Le salió un imprevisto y no pudo venir por eso.
— Bueno entonces vamos a revisarla.
Selene miraba el techo del consultorio. Estaba observando todo a su alrededor, y aquella doctora se había co