—¡Te dije que no la alertaras! —gritó Kitty al otro lado del teléfono, completamente fuera de sí—. ¡Te pedí algo tan simple!
—Solo fue un pequeño susto —respondió Rolando con una calma que rozaba lo irritante.
—¡Demian estará alerta ahora! —replicó ella con más furia, apretando el celular con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron. Sabía que Demian no era un hombre al que se pudiera engañar tan fácilmente, y que cualquier paso en falso activaría todas sus alarmas. Rolando no había seguido sus indicaciones al pie de la letra, y eso era peligroso.
—Lo sé —respondió él con tono apacible.
—No creo que quiera irse de viaje después de esto.
—Lo hará. Es su responsabilidad —murmuró Rolando, más para sí mismo que para ella. Kitty soltó un suspiro largo y tenso, como si buscara liberar toda la presión acumulada.
—Eso espero... o esta alianza se termina —advirtió con frialdad antes de colgar la llamada sin esperar respuesta.
Rolando era impulsivo, siempre lo había sido. Esa era su mayor deb