Kitty inspiró profundo antes de alisar su falda y tomar valor. Sus tacones resonaron con elegancia sobre el piso de mármol mientras caminaba hacia la oficina de Demian. Al llegar a la puerta, respiró hondo una vez más, ensayando su expresión más dulce e inocente… aquella que tantas veces había funcionado en el pasado para conquistar hombres de la alta sociedad.
Llamó suavemente con los nudillos.
—Adelante —se oyó la voz firme de Demian desde dentro.
Kitty empujó la puerta con cuidado, asomándose con su mejor sonrisa fingida.
—Hola, Demian… —murmuró con voz suave.
Demian levantó la mirada de los papeles solo por un instante. Su expresión era indiferente, casi molesta por la interrupción. No se esforzó en disimular su fastidio.
—¿Qué quieres? —preguntó con frialdad, sin prestarle demasiada atención.
Kitty se mordió los labios, fingiendo estar nerviosa, aunque por dentro ardía de rabia por la forma en que él la ignoraba.
—Mi madre me pidió que le recordara la cena de hoy. A fin de cuenta