El hospital olía a desinfectante y angustia.
Mariam avanzó por el pasillo con el corazón en la garganta. Apenas llegó a la recepción, se acercó apresurada al mostrador.
—Vengo a ver al señor Esteban Smith, mi abuelo.
La enfermera levantó la vista, con expresión compasiva.
—Señorita, el paciente está delicado. Pero lo más preocupante es que... la cuenta no ha sido pagada desde hace tres meses. Hoy mismo pensábamos trasladarlo a una sala común si nadie respondía.
Mariam se quedó paralizada. Su mundo tembló.
—¿Qué...? Eso no puede ser... Mi tía prometió... pagarlo.
—Nadie se ha hecho cargo de la cuenta señorita. Es todo lo que puedo decirle.
—Gracias señorita.
Mariam sacó su celular con manos temblorosas y marcó el número de su querida.
—¿Qué quieres ahora? —respondió la voz áspera de su tía.
—¿No has pagado el hospital? Dijiste que, si me casaba con Demian, tú te encargarías del tratamiento de mi abuelo... ¡Eso fue lo que acordamos!
—Mentí. ¿Y qué? ¿Vas a llorar ahora, princesa? No teng