Mariam llegó a la mansión con el cuerpo agotado y el alma hecha pedazos. Apenas empujó la pesada puerta de entrada, un suspiro escapó de sus labios. No quería enfrentar esa noche, no quería tener que fingir que todo estaba bien cuando en su interior todo ardía como una hoguera imposible de apagar.
Subió lentamente las escaleras, sus piernas pesadas como plomo, el corazón latiéndole desacompasado por culpa de la rabia contenida y la tristeza que la ahogaba desde aquella escena en el hospital. Cada paso hacia la habitación principal era una tortura. ¿Por qué tenía que volver a ese lugar donde la sombra de Claudia seguía flotando como un espectro entre ellos?
Al empujar la puerta de la recámara, se encontró con una imagen que en otro momento habría robado su aliento.
Demian acababa de salir de la ducha. Su cabello oscuro goteaba pequeñas perlas de agua que resbalaban lentamente por su frente y su cuello. La toalla blanca ceñida a sus caderas dejaba al descubierto su abdomen marcado y su