El ascensor se abrió con un sonido seco. Todos en el piso ejecutivo de Thompson Enterprises levantaron la vista, algunos con sorpresa, otros con miedo. El murmullo fue inmediato, susurrado entre dientes:
—Es él…
—El monstruo…
—¿Por qué vino? Ha pasado tanto tiempo.
—¿Quién es esa mujer? ¿Acaso el remplazo de la señorita Moreno?
—No es tan hermosa —susurro otra —mira su ropa, las empleadas visten mejor.
Mariam fingió no escuchar nada, podía oir los comentarios mal intencionados y las risitas burlonas.
Demian Thompson. En persona.
Vestía un traje oscuro, elegante, pero sin corbata. No llevaba máscara. Su cicatriz era visible, profunda, una línea de dolor marcada sobre su mejilla derecha. Pero su espalda estaba recta, su presencia intacta. No había rastro de debilidad en su porte.
A su lado iba Mariam. Discreta, serena, con el cabello recogido y una blusa crema que contrastaba con la frialdad del entorno. Caminaba con firmeza, como si llevara años perteneciendo a ese lugar que la miraba