Claudia no pensaba perder su oportunidad. Había llegado demasiado lejos para detenerse ahora. Sabía que su imagen pública, su matrimonio fallido y su carrera estaban en juego… pero nada de eso importaba si podía recuperar a Demian, aunque fuera solo por un instante.
—Lo sé… —susurró con aparente arrepentimiento, bajando la mirada como una niña avergonzada—. Pero intento cambiar. Demostrarte que soy diferente… distinta a la mujer que te falló.
Demian la miró con frialdad, los brazos cruzados sobre el pecho. No podía creerse esas palabras tan vacías.
—¿Por qué ahora, Claudia? —su voz fue un filo cortante en el aire tenso de la oficina—. ¿Por qué no antes? ¿Por qué justo ahora decides cambiar?
Claudia supo que no tenía una respuesta honesta. No podía decirle la verdad: que antes, cuando él era un hombre inseguro, desfigurado y recluido, le había parecido repulsivo. Y ahora... ahora era diferente. Atractivo. Poderoso. Guapo. Deseado por todas. Pero claro, eso jamás lo admitiría.
Calló, fi