Demian mantenía la mirada fría y cortante sobre Claudia, que aún permanecía de pie frente a él con expresión dolida, como si de verdad le afectaran sus palabras.
—Será mejor que te vayas —ordenó con voz baja, pero firme —lo nuestro termino hace mucho tiempo.
Claudia frunció los labios, conteniendo el impulso de insistir, pero sus ojos reflejaron esa mezcla venenosa de rencor y deseo que siempre la acompañaba.
—Todavía te amo… ¿es que no te das cuenta? —murmuró con falsa tristeza, dando un paso hacia él. —quiero luchar por lo nuestro, estoy dispuesta a todo por ti, incluso renunciar a mi carrera si es lo que quieres.
Demian desvió la vista, exasperado. No quería escuchar esas palabras, no ahora, no después de todo el daño que le había hecho.
—¿Por qué no me salvaste cuando estaba recluida en esa maldita mansión? ¿Por qué no fuiste por mí? ¿Qué te costaba?
Él apretó los dientes con fuerza. Viejas heridas se removieron en su interior. No podía negar que en algún punto del pasado aquella