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La primera persona que encontré fue a mi mejor amiga, quien me miró con una enorme sonrisa.

—Chloé, ¿sabes si Gérard sigue en la empresa? —fui directo al grano.

—No lo sé, querida —frunció el ceño—. ¿No se suponía que ibas al médico hoy? ¿No fue contigo?

Me mordí el labio porque no le había contado a mi amiga lo que Gérard había dicho sobre formar una familia.

—De hecho, le conté que yo estaba… y creyó que era una broma —dije con tristeza.

—¿Qué? —exclamó Chloé—. ¿Estás embarazada o no?

—Sí, lo confirmé hoy en el médico —le entregué la ecografía—. Ahora tengo que decirle que no es ninguna broma, el problema es que no responde al celular.

—Ay, querida —suspiró rodando los ojos—. Iré a revisar a su oficina, no te preocupes, seguro solo está atareado de trabajo, te pasaré tu teléfono cuando tenga noticias.

Me giré hacia su secretaria; debía encontrarlo y darle la noticia cuanto antes.

—Hola, Verónica, ¿el señor Durand está en su oficina?

—Hola, Juliette, sí, efectivamente el señor Durand
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