Apenas un segundo después de haber pronunciado esa última frase, me siento arrojado contra la pared, y sus manos se posan en mi cuello, intentando quitarme el aliento.
—¡Retíralo, hijo de puta! —exclama furioso, pero lo único que obtiene de mí es risa—. ¡Retíralo!
—Solo… mírate —digo con cierta dificultad, tratando de apartar sus manos—. Mira lo que eres. ¿Crees que ella merece estar con alguien como tú? Un alcohólico… y drogadicto que ni siquiera es capaz de protegerla.
—¡Cállate, maldito! —escupe, y en el momento en que aparta una de sus manos de mi cuello para intentar lanzarme un puñetazo directo al rostro, soy más rápido e impacto mi puño en su ojo izquierdo, haciéndolo retroceder y soltar su agarre.
—Voy a matarte como debí hacerlo aquel día —suelta recomponiéndose, su párpado empezando a tornarse morado por el golpe.
—Inténtalo —lo desafío.
En ese momento lo veo intentar lanzarse sobre mí, pero gracias a su incoordinación, consigo fácilmente darle una rodilla en el estómago, lo