Camila
El calor sobre mi pecho fue lo primero que sentí.
Era un calor suave, delicado, diferente a cualquier otra sensación que hubiera experimentado antes.
Algo instintivo en mi interior se aferró a esa calidez, y entonces escuché el sonido más hermoso del mundo: un susurro diminuto, como un suspiro contra mi piel.
Mi bebé.
Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado, como si no fuera mío.
Mis párpados luchaban por abrirse, mis músculos apenas respondían.
Todo era oscuridad, pero yo solo quería una cosa: seguir sintiendo a mi bebé.
De repente, el calor desapareció.
Una corriente de aire frío golpeó mi piel cuando separaron a mi bebé de mi pecho, y el pánico se encendió en mi interior.
"¡No! ¡No me lo quiten!"
Un sonido grutal escapó de mi garganta mientras intentaba levantar los brazos.
Algo en mi garganta me estaba ahogando.
—¡Camila! —La voz de Joaquín cortó el aire, cargada de desesperación.
Sentí una presión en mi mano, cálida y fuerte. Era él. Mi viejito.
—Tranquila,