Felipe Apenas puse un pie en la oficina, supe que había cometido un error. No era solo esta sucursal la que conocía como la palma de mi mano, sino también las otras en el extranjero, que Joaquín había tenido la grandiosa idea de fusionar y manejar desde aquí.Este era un gran reto. Mi vida, antes tranquila como gerente de una pequeña sucursal, ahora era un caos. Estaba a punto de convertirme en el líder de un imperio global. "No creo estar preparado para ello."—¡Señor Ortiz! —gritó una voz desde la recepción.—¡Señor Felipe, necesito su firma urgente! —agregó otro empleado, corriendo hacia mí con una carpeta en la mano.—¡Ortiz, la junta de las diez está esperando!—¡Felipe, el sistema de la sucursal 48 colapsó otra vez!—¡Señor Ortiz, el café de la sala de reuniones de la sucursal 22 se terminó!—¡Felipe, el ventilador de la sala de servidores de la sucursal 31 explotó!Detuve mi avance y levanté las manos.—¡¿QUÉ DIABLOS PASA CON USTEDES?! —exclamé, viendo cómo todo el equipo de
Angélica Con mi café recién hecho sobre la mesa y mi teléfono en la mano, me dispuse a hacer lo que mejor sabía hacer. Organizar la vida de mi familia sin que ellos se dieran cuenta."Todo debe salir perfecto."Marqué el número del organizador de bodas más exclusivo de la ciudad. Después de dos tonos, una voz demasiado tranquila para mi gusto respondió:—Buenos días, habla Beethoven Méndez, ¿en qué puedo ayudarla?—Beethoven, querido —dije con mi tono más encantador—. Habla Angélica Hernández de Salinas.Hubo un pequeño silencio antes de que su voz se volviera más nerviosa.—¡Señora Angélica! Un placer escucharla, ¿en qué puedo servirle?Sonreí. Me encantaba el efecto que tenía mi apellido en la gente.—Necesito que organices una boda, y no cualquier boda —dije con firmeza—. Una boda digna de los Salinas.—Por supuesto, señora. ¿Para cuándo sería el evento?—En nueve meses.—Oh, eso nos da mucho tiempo para planear algo espectacular.—Sí, pero no cualquier cosa. Escúchame bien porque
Felipe Romina y yo llegamos al restaurante, un lugar elegante pero no demasiado lujoso. No quería que pensara que intentaba impresionarla con mi dinero… aunque, lo cierto era que, sí quería lucirme.Le abrí la puerta con un movimiento exagerado y le extendí la mano.—Bienvenida a la mejor cita de tu vida, madame.Ella puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír mientras pasaba junto a mí.—Dios, Felipe, tienes un ego más grande que esta ciudad.—¿Y no te encanta? —respondí con una sonrisa ladeada.La tomé del brazo, guiándola hasta nuestra mesa.El restaurante tenía una iluminación tenue, con velas en las mesas y una suave música de jazz sonando de fondo. Nos sentamos y, apenas abrimos el menú, Romina levantó la vista para mirarme.—Si intentas pedirme una ensalada para que "mantenga la línea", te vaciaré esta copa de vino en la cabeza.Reí con ganas, dejando el menú sobre la mesa.—Por favor, ¿crees que cometería ese error de novato? Te conozco. Sé que si no comes bien, te
Ramiro La casa de mamá era tan aterradora como siempre. Y como siempre, parecía que ella tenía un radar. Sin que hubiera llamado a la puerta, ella la abrió —Ya te llamo —dijo, apartando el teléfono a un lado.Tragué saliva. —Hijo —dijo en cuanto me vio, cruzándose de brazos—. ¿A qué debo el placer de tu visita?—Hola, mami —intenté sonreír, aunque sabía que no iba a funcionar—. Quería verte.—¿Necesitas dinero? —preguntó arqueando una ceja. No me dejó responder, se hizo a un lado—. Bueno, pasa. No quiero que los vecinos piensen que crié a un vagabundo.Entré rápido, sintiéndome otra vez como el niño que se escondía detrás de las cortinas cuando ella se enojaba.—No vengo por dinero, mami —dije, frotándome las manos—. Solo quería saber si podía quedarme contigo unos días.Ella me miró con el ceño fruncido. Luego señaló el sofá con un movimiento de su dedo índice.—Siéntate. Explica.Me senté, pero solo porque sabía que si me mantenía de pie, me haría sentar de todas formas.—Mi no
Camila Caminé por el pasillo con paso firme, sintiendo el peso de mi vientre."Cada vez es más difícil subir las escaleras..."A veces olvidaba cuánto había cambiado mi cuerpo en tan poco tiempo, hasta que veía mi reflejo en el espejo o me encontraba con alguien que no veía hace días.Como ahora.A mitad de camino, vi a Romina y Laura conversando cerca de la oficina de Joaquín.Sonreí y aceleré el paso.—¡Mis traidoras favoritas! —exclamé, abriendo los brazos y abrazándolas con fuerza.—¡Hey! Cuidado con aplastarme —bromeó Laura, pero correspondió el abrazo.Romina se rio y nos rodeó con sus brazos, formando un abrazo de trío.—Oye, de verdad, ¿solo tienes un bebé ahí dentro? —preguntó Laura, apartándose un poco y colocando una mano sobre mi vientre.Rodé los ojos con una sonrisa.—¡Claro que sí, tonta! Es la panza normal de una mujer con seis meses —repliqué, dándole un golpecito en el hombro.Romina asintió con autoridad.—Te lo aseguro, es uno solo. Ya he visto las ecografías.—Sí
Camila Nos sentamos en la sala de espera, que estaba completamente vacía. Mi viejito había insistido en que nuestras consultas fueran en un área privada del hospital, asegurándose de que nadie nos molestara. "Su instinto protector..." sonreí. Siempre hacía lo mismo. Aunque, bueno... aprendí a no discutir cuando se trataba de mi seguridad o la del bebé.Él se acomodó a mi lado en el sofá, acariciando mi vientre. Lo hacía todo el tiempo. Amaba cada pequeño cambio, cada movimiento y cada patadita que, a veces, me hacía sufrir.—¿Cómo está mi pequeño amor hoy? —susurró, inclinándose hacia mi abdomen.Reprimí una sonrisa y me recosté un poco más contra el respaldo.—Creo que está cómodo, no ha pateado en un rato.Joaquín frunció el ceño y le dio suaves caricias circulares a mi panza.—¿Estás dormidito, bebé? —preguntó con voz tierna—. ¿O solo te haces el interesante para hacer sufrir a tu papá?No pude evitar soltar una carcajada.—Amor, acabamos de desayunar, probablemente solo esté de
SocorroEl motor del auto vibraba suavemente. Podía sentirlo en el volante bajo mis manos mientras observaba la entrada del hospital. Desde mi posición, veía a la enfermera con la que había cerrado el trato hace unos días. Se acercó a Joaquín y, justo como le indiqué, lo llamó con urgencia."Perfecto."Me acomodé en el asiento, manteniendo la vista fija en la salida.Cinco malditos meses había esperado este momento.Cinco meses de esconderme como una rata, de vivir en moteles de mala muerte, de depender de la caridad de Lucía, que no había tardado en darme la espalda.Cinco meses en los que cada intento de acercarme a la zørra de mi hermano había fracasado.Apreté los dientes al recordar cada uno de esos fracasos.Mi primer intento fue infiltrarme en la casa de mi hermano.Sabía que la puta estaba embarazada y, tarde o temprano, saldría al jardín o abriría la puerta a alguien.Conseguí un uniforme de empleada de limpieza y me mezclé con un grupo de trabajadoras nuevas.Pensé que ser
RamiroDesde las cinco de la mañana estaba sentado en un auto con Francisco, uno de los hombres de Margot.Y ya quería morirme.No solo porque llevaba horas sin mover el trasero, el cual ya sentía encalambrado. Sino porque él tenía la expresión más aburrida y seca que había visto en mi vida.Habíamos estado observando la zona, evaluando posibles amenazas y supervisando los movimientos de los jefes de mi novia.Mis jefes también.Tres meses atrás, después de rogarle a Margot durante semanas que me dejara trabajar, ella finalmente había cedido. Aunque, claro, no sin antes llamarme princeso llorón un par de veces.—Te lo advierto, Rami —me había dicho, con los brazos cruzados—. Si vas a trabajar, te voy a tratar como a cualquier otro.Yo, en mi infinita desesperación por hacer algo productivo con mi vida, acepté sin pensarlo.Y así fue como terminé entrenando con Francisco, uno de los hombres más serios y estrictos que ella tenía en su equipo.Pero nada... absolutamente nada, me había p