Camila
Joaquín se arrodilló a mi lado, acariciando la espalda de los niños. Me miró, con ternura y orgullo en los ojos.
—Somos una familia ahora —susurró, lo suficientemente bajo para que solo yo lo escuchara.
Su voz era tan segura, tan llena de amor. Pero yo… yo solo podía pensar en Ana.
—Mi hermana… —murmuré, temblando.
Joaquín tomó mi rostro con ambas manos, obligándome a mirarlo.
—Lo sé, mi reina. Pero ella te dejó su mayor tesoro. Y tú los protegiste. Todo el sufrimiento, todo esto… no fue en vano.
Tragué saliva. Necesitaban que fuera fuerte. Por ellos.
—Estoy bien —mentí, sonriendo entre lágrimas.
Nathan limpió su cara con la manga de su camisa.
—¿Podemos irnos a casa?
"A casa" repetí en mi mente, sintiendo un nuevo significado de esa palabra en el corazón.
Joaquín me ayudó a levantarme. Rodeó mis hombros con su brazo. Amy y Nathan se aferraron a mí, uno a cada lado.
Nos giramos para salir de la sala, oímos los gritos de la loca demente mientras la sacaban esposada. No volteé