Hellen revisaba algunos documentos junto a su padre en la oficina principal de la empresa familiar. A pesar de no haber podido recuperar la mansión, eso ya no era una preocupación para ninguno. Había algo más grande: paz. Y eso no se podía comprar. Desde que Marcel había caído en prisión, las pocas acciones que aún conservaba fueron vendidas al señor Fisher, quien las había adquirido sin dudar. Ahora todo volvía a estar en familia.
La oficina había sido remodelada con buen gusto. La luz natural entraba por los ventanales, y una brisa suave acariciaba las cortinas claras. Hellen colgaba unas nuevas fotos en la pared, a pedido de su padre. Eran imágenes recientes de los trillizos, que él no dejaba de presumir a cada visitante como si fueran trofeos de oro. También había una gran foto enmarcada de Hellen junto a Nicolás, tomadas en una cena familiar.
—Al parecer Marcel recibirá lo que merece —comentó el señor Fisher con un tono firme mientras firmaba un par de contratos.
—Es lo mínimo —r