La noche estaba perfecta. Las luces cálidas del restaurante iluminaban los rostros felices de Cecilia y Michael, quienes compartían una cena sencilla pero cargada de significado. La música de fondo, suave y romántica, parecía acompañarlos como si el universo hubiese decidido celebrar su amor con ellos.
Cenaban entre risas, entre miradas cómplices, entre caricias sutiles sobre la mesa. Michael no dejaba de mirarla como si fuese la primera vez, como si su belleza le robara el aliento una y otra vez. Cecilia, por su parte, sentía mariposas en el estómago como si estuvieran en su primera cita. El amor entre ellos era evidente, tanto, que algunas personas de otras mesas los observaban con ternura… y un poco de envidia.
—Estoy tan feliz —susurró Cecilia, tomando su copa de jugo y chocándola con la de él—. Jamás imaginé que este momento llegaría.
—Y apenas es el comienzo —respondió Michael con una sonrisa que derretía corazones.
Cecilia lo miró con curiosidad cuando él hizo una señal al cama