La mañana era luminosa, pero el cielo azul y despejado no lograba calmar la tormenta interna de Hellen. Caminaba con lentitud por el parque, sosteniéndose suavemente del brazo de Michael mientras Cecilia caminaba a su otro lado, revisando algo en su celular. El embarazo ya avanzaba en su última etapa, y cada paso exigía más esfuerzo del que estaba dispuesta a admitir.
—Te traje lo que pediste —dijo de pronto Cecilia, entregándole una carpeta sellada.
Hellen la miró, deteniéndose unos segundos antes de recibir el documento. La tensión en su rostro no era nueva; desde hacía semanas, su mundo entero parecía tambalearse. No porque no confiara en su esposo —o eso quería creer—, sino porque todo parecía conspirar contra ellos.
—La secretaria de tu esposo está limpia —continuó Cecilia—. Buenas calificaciones, sin antecedentes, ninguna queja formal en sus antiguos trabajos. Referencias brillantes. Demasiado brillantes.
Hellen bajó la vista, hojeando brevemente los documentos. Su corazón palpi