El taxi avanzaba por las calles con lentitud, deteniéndose en los semáforos, mientras Hellen observaba el paisaje por la ventana. Era fin de semana, y la ciudad estaba llena de vida. Personas caminaban de un lado a otro con bolsas de compras, familias disfrutaban del día en los parques y parejas se tomaban de la mano mientras paseaban.Pero a ella no le importaba nada de eso.Sostenía con fuerza la pequeña bolsa de regalo que había comprado con lo poco que tenía. No era algo costoso ni extravagante, pero había elegido el presente con cariño.Suspiró.Su madre estaba de cumpleaños.La mujer que siempre la trataba con tanto amor, la extrañaba. Cuando el taxi se detuvo frente a la casa familiar, Hellen sacó el dinero exacto y se lo entregó al conductor. Ni siquiera podía darse el lujo de dejar propina.Bajó del auto y avanzó con pasos lentos hacia la entrada. Desde afuera, podía escuchar las voces de su familia y el bullicio típico de cualquier reunión.La puerta estaba abierta, así que
Nicolás se detuvo frente a la majestuosa mansión de la familia Fisher.El lugar estaba iluminado con elegancia, los jardines perfectamente cuidados y la entrada llena de autos de lujo. Desde afuera, se escuchaban risas y conversaciones animadas.Suspiró pesadamente mientras bajaba del auto.Su hermano, quien lo había estado esperando junto a la entrada, le extendió una cajita con indiferencia.—Hice lo que debía. De nada —dijo con aire de superioridad.Nicolás tomó la caja sin ningún entusiasmo y le dedicó una mirada molesta.—Imbécil.Su hermano sonrió con burla y se cruzó de brazos.—Espero que te comportes como un caballero. Están diciendo cosas horribles sobre tu matrimonio y avergonzando a Hellen.Nicolás negó con la cabeza, sin intención de responder a esa provocación. No tenía ganas de escuchar chismes ni de fingir que le importaban los comentarios de la gente.Aun así, avanzó con paso firme hacia la mansión.Hellen estaba furiosa.Había tratado de ignorar los constantes coment
Nicolás se mantenía de pie con una copa de vino en la mano, su postura relajada pero imponente.Desde el otro lado del jardín, las primas de Hellen no dejaban de mirarlo con descaro.Susurraban entre ellas, sonriendo como adolescentes emocionadas, lanzándole miradas que, si fueran más obvias, podrían iluminar toda la fiesta.Ninguna de ellas llamaba su atención.Ni siquiera un poco.A Nicolás le resultaba molesto.Y aburrido.Su esposa, en cambio, parecía completamente ajena a la situación.Sentada en una mesa cercana, fruncía los labios mientras Cecilia, su mejor amiga, la miraba con una ceja arqueada.—Diablos, amiga, yo no me hubiera resistido —murmuró con una sonrisa traviesa.Hellen se giró para fulminarla con la mirada.—No me ayudas.Cecilia se encogió de hombros.—Digo la verdad. Ese beso fue… caliente.Hellen suspiró, visiblemente exasperada.—No quiero que piense que me tiene en sus manos. Me molesta su actitud.Cecilia le dio un sorbo a su copa de champán.—¿Te molesta su a
Nicolás estaba platicando con su hermano cuando de pronto su mirada se desvió hacia la puerta principal. Su respiración se detuvo por un instante y su copa tembló levemente en su mano al verla entrar. Su esposa.Hellen cruzó el umbral con paso firme, envuelta en un elegante vestido negro que se ajustaba perfectamente a sus curvas, resaltando su piel como si estuviera bañada en luz de luna. Su cabello caía en ondas suaves sobre sus hombros, y su mirada, llena de determinación, desafiaba cualquier comentario malintencionado de quienes la rodeaban.Cecilia, quien la acompañaba con una sonrisa triunfal, se inclinó levemente hacia su amiga y susurró con burla.—Tu esposo está embobado. Misión cumplida.Hellen rodó los ojos, pero no pudo evitar sentirse satisfecha. No había sido su intención llamar tanto la atención, pero el vestido que su amiga la obligó a comprar ciertamente había hecho su magia.Las primas de Hellen, quienes antes la habían ignorado, ahora la miraban con una mezcla de en
Cecilia tiró de la mano de Hellen con determinación. Sabía que su amiga necesitaba olvidarse de todo lo que estaba pasando lo más rápido posible. La traición de su esposo, el desprecio de su familia, la presión social... Todo era demasiado. No había mejor lugar para despejarse que un bar lleno de luces de neón, música estridente y copas servidas sin escatimar.—Vamos, Hellen, necesitas esto —insistió Cecilia mientras ambas entraban al exclusivo bar "Cariñositos".Hellen dudó por un momento, pero cuando se sentó en la barra y el primer trago quemó su garganta, se sintió extrañamente liberada. La música vibraba en el ambiente y el lugar estaba lleno de mujeres que reían y disfrutaban del espectáculo de bailarines sensuales. Su vida había sido un desastre últimamente, ¿por qué no divertirse un poco?Mientras tanto, en el hospital, Nicolás observaba a Julio en la camilla. Los golpes en su rostro y el evidente dolor al moverse lo hacían verse frágil, pero sus ojos aún mantenían ese brillo
Raquel llegó al hospital con paso firme, su mirada afilada escaneó los pasillos en busca de la habitación de Julio. Cuando entró, lo encontró solo, recostado sobre la camilla con el rostro demacrado y visibles moretones en su cuerpo. Su corazón se encogió de rabia.—No puedo creerlo… —murmuró, acercándose a la cama.Julio alzó la vista y sonrió con cierta ironía.—¿Qué sucede, Raquel?—Sucedió que tu "gran amor" no está aquí contigo —respondió ella con amargura—. Se marchó. Su esposa estaba en un bar jugando a ser la mujer soltera.Julio desvió la mirada con una expresión sombría.—No la culpo…Raquel bufó y cruzó los brazos sobre su pecho.—Eres demasiado bueno, Julio. Mientras tú te pudres en esta cama, ella disfruta gastando el dinero de tu novio. No se vale.Julio sonrió de lado, disfrutando de la frustración de su amiga. Raquel, con su mente siempre afilada, de inmediato ideó algo. Se giró hacia él con una sonrisa maliciosa.—El video se puede filtrar por accidente… —susurró con
El reloj marcaba las once de la mañana cuando Hellen escuchó el timbre de la puerta. Frunció el ceño, no esperaba visitas. Caminó con cautela hasta la entrada y al abrir, se encontró con la última persona que pensaba ver: su madre.—Mami… —susurró con sorpresa.Su madre, una mujer elegante y de porte impecable, la observó con una expresión severa. Cruzó los brazos y suspiró pesadamente antes de entrar sin ser invitada. Hellen cerró la puerta y la siguió hasta la sala.—¿A qué debo tu visita? —preguntó con cautela.Su madre se giró hacia ella, la observó fijamente y le extendió su teléfono. En la pantalla se reproducía un video del bar, con ella en el centro del escenario mientras un bailarín se contoneaba frente a ella. Su madre pausó el video y la miró directamente a los ojos.—Esto está en todos lados, Hellen.El estómago de Hellen se encogió. Sabía que la noche anterior había cometido un error, pero nunca imaginó que alguien la había grabado.—No me importa lo que digan los demás…
El silencio en la oficina era sofocante. Hellen se quedó de pie junto a la puerta, incapaz de moverse, incapaz de hablar. Sus ojos, grandes y oscuros, estaban clavados en la imagen frente a ella: su esposo, el hombre con el que había intentado recomponer un matrimonio hecho pedazos, besando con ternura a Julio.El tiempo se detuvo. Todo lo que había hecho las últimas horas —cocinar con esmero, decorar la mesa, elegir un pastel con la esperanza ingenua de reconciliación— se volvió polvo. Su corazón latía tan fuerte que dolía, como si intentara escapar de su pecho.Sus labios temblaron. Dio un paso hacia atrás, y luego otro. Chocó con el marco de la puerta. Sus piernas se doblaron como si el peso de la traición fuera demasiado, y cayó de rodillas. El impacto fue seco, brutal. Sollozos desgarradores escaparon de su garganta, como un lamento que llevaba años contenido.Nicolás se separó bruscamente de Julio, como si el aire se hubiera vuelto fuego. Su mirada se llenó de horror al ver a