Julio empujó la puerta de la oficina de Marcel sin molestarse en tocar. No tenía tiempo ni paciencia para formalidades con alguien como él. Ingresó con paso firme y se dejó caer en una de las sillas frente al escritorio con una mirada fría y decidida.
Marcel alzó la vista desde su laptop, sin inmutarse. Una sonrisa ladeada se dibujó en sus labios al ver a su inesperado visitante.
—Mira nada más… el amante en persona —soltó con sarcasmo, dejando caer el bolígrafo entre sus dedos.
Julio no sonrió.
—¿A qué estás jugando, Marcel? —preguntó en tono bajo, pero cargado de tensión—. Estás utilizando a mi aliada y eso no es parte de ningún acuerdo.
Marcel cerró lentamente su laptop y entrelazó los dedos sobre el escritorio. Fingía calma, pero en sus ojos brillaba la chispa del desafío.
—Yo no hice nada —respondió con fingida inocencia—. Simplemente aproveché una oportunidad que tú dejaste abierta.
—No te hagas el tonto. Sé todo lo que sucede en ese lugar, incluso lo que crees que nadie ve. Kat