El aire del estacionamiento del hospital se sentía espeso, como si también cargara el peso de los secretos, la traición y el escándalo. Hellen se apoyó en el capó del coche, tratando de controlar su respiración. No era solo el cansancio físico lo que la hacía tambalearse… era el agotamiento emocional, las lágrimas que ya no podía llorar, la rabia contenida que se le quedaba atorada en la garganta.
Se quitó los lentes oscuros por un instante y cerró los ojos, buscando un instante de paz en medio del caos. El ruido de los reporteros al fondo era como un enjambre de abejas molestas. Su cuerpo temblaba ligeramente, no sabía si por el shock, el mareo o simplemente por el dolor.
Entonces, una voz conocida rasgó la tranquilidad momentánea como un cuchillo.
—Vaya, vaya… Hellen Lancaster. La esposa traicionada. —La voz de Marcel llegó cargada de burla, de veneno, de rencor.
Ella alzó la mirada lentamente, como si le costara cada milímetro. Allí estaba él: Marcel, su exnovio. El mismo que la hu