Adeline estaba sumergida en su elemento. El mundo exterior había dejado de existir hacía horas. Allí, en su escritorio, rodeada por el zumbido suave de los servidores y el brillo frío de la tecnología, era donde su cerebro funcionaba a la perfección.
Frente a ella, tres monitores de alta definición formaban una barricada de luz.
En la pantalla izquierda, se reproducía en bucle una secuencia del nuevo videojuego de mundo abierto que la empresa estaba a punto de lanzar Reign of Ashes II. En la pantalla central, líneas de código cascaban como una lluvia digital interminable, números y comandos que para cualquier otro serían jeroglíficos, pero que para ella eran una partitura musical. Y en la derecha, las estadísticas de consumo: uso de CPU, caída de frames, temperatura de la GPU.
Su trabajo como Gerente de Marketing no se limitaba a presentar el producto; como Jefa de Área de Avances y Desarrollo, su responsabilidad era asegurarse de que el producto fuera perfecto. El mandato de Damián e