Capítulo 60

El despertar no fue brusco, sino una lenta transición desde la oscuridad del sueño profundo hacia lo oscuro que era la realidad.

Mi cuerpo se sentía pesado, deliciosamente agotado, como si mis huesos se hubieran convertido en líquido. Cada músculo conservaba el eco fantasma del placer, un recordatorio palpitante de las horas que habíamos pasado enredados en esas sábanas. Suspiré, estirando las piernas bajo la suavidad del algodón, buscando instintivamente la fuente de calor que me había arrullado hasta dormir.

Extendí la mano hacia el lado derecho de la cama, esperando encontrar la piel firme y cálida de Damián, la solidez de su espalda o el ritmo de su respiración. Pero mis dedos solo encontraron el frío.

El vacío. El liso perfecto de la sábana estirada, sin nadie ocupándola. Abrí los ojos lentamente, luchando contra la bruma del sueño. Mi visión estaba borrosa, las formas de la habitación eran sombras inciertas en la oscuridad. Parpadeé un par de veces hasta que mis ojos se adaptaro
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