El sol del mediodía bañaba el campamento de Claro de Luna, iluminando el claro central donde los lobos se reunían una vez más. El aire estaba cargado de una mezcla de alivio y cautela, como si todos estuvieran esperando que la calma reciente se rompiera en cualquier momento. La noticia de que el ataque de los cazadores había sido detenido—gracias, sorprendentemente, a la intervención de Cleo—había llegado al amanecer, traída por exploradores que confirmaron que los cazadores se habían retirado de la Cresta del Cuervo. Pero la presencia de Ryan, Tiberius, Lyanna y Kael en el centro del claro, frente a un Eldric de rostro endurecido, recordaba a todos que la paz era frágil.
Eldric, con la herida en su flanco aún vendada pero su postura tan imponente como siempre, los miró con ojos entrecerrados. “Expliquen,” gruñ&oa