El alba rompió el horizonte con un resplandor dorado, bañando el campamento de Claro de Luna en una luz que contrastaba con la tensión que pesaba sobre el claro central. Los lobos se reunían en círculo, sus rostros marcados por la fatiga del ataque de la noche anterior y la incertidumbre de lo que vendría. Eldric, con una venda improvisada cubriendo la herida en su flanco, estaba de pie en el centro, su presencia imponente a pesar del cansancio. Ryan, Lyanna, Tiberius y Kael se mantenían cerca, el pergamino con el sello de Brisa Clara guardado en la túnica de Tiberius, un peso invisible que podía cambiar el destino de las manadas.
Ryan apenas había dormido, su mente atrapada entre el beso compartido con Lyanna y la imagen de Cleo en el borde del claro, sus palabras sobre el “pacto de sangre” resonando como una advertencia. La conexión con