El campamento de Claro de Luna estaba sumido en un silencio tenso cuando Ryan, Lyanna, Kael y Tiberius regresaron, sus ropas aún marcadas por la lucha contra Amón y sus lobos. La euforia de la celebración había dado paso a una inquietud palpable, los lobos moviéndose con cautela mientras los exploradores reforzaban las defensas del perímetro. La emboscada en el bosque había sido un recordatorio brutal de que la tregua con Brisa Clara era frágil, y la amenaza de Valle Maldito, ahora movilizado por rumores de traición, pesaba como una sombra sobre todos.
Eldric los esperaba en el centro del claro, flanqueado por Torren y Marek, sus rostros endurecidos por la preocupación. La herida del Alfa estaba sanando, pero su postura reflejaba una furia contenida. “Expliquen,” gruñó, su mirada fija en Ryan y Tiberius. “Primero Cleo detiene un ataque, ahora Amón los embosca en el bosque. ¿Qué está pasando, forasteros? ¿Y por qué sigo sintiendo que ocultan algo?”
Ryan sintió el peso de la desconfianz