El aire en el campamento de Claro de Luna se volvió denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Cleo, de pie junto a Darian en el borde del claro, era una visión que golpeó a Ryan como un martillo. Su cabello oscuro ondeaba con la brisa, y sus ojos, afilados y calculadores, lo estudiaban con una intensidad que le erizó la piel. Pero no había reconocimiento en su mirada, solo la cautela de alguien que evalúa a un desconocido. Para ella, Ryan no era el hombre que había amado en otro tiempo, sino un forastero sospechoso, un intruso en su juego de intrigas. Ese vacío en su mirada era más doloroso de lo que Ryan estaba dispuesto a admitir.
Eldric, con el rostro endurecido por la furia, dio un paso adelante, su voz resonando en el claro. “Cleo, Darian, ¿qué significa esto? ¿Por qué están aquí sin anunciarse, y justo cuando acusamos a Brisa Clara de traición?