Benjamín se levantó como un rayo de su asiento y, antes de que ella llegara a la puerta, la tomó de la mano.
—Tú no puedes dejarme, Dafne. Ya te he dicho que ella no es mi novia, solo la acompañé a una consulta médica.
Dafne trató de zafarse de su agarre, con rabia expresó:
—¡Suéltame! Vi cómo salían juntos de aquí, y eso lo dice todo sobre ustedes.
Benjamín vio esa rabieta en su cara y eso le gustó. La arrastró y la pegó a la pared. Tomó sus dos manos y las coloco por detrás de su espalda.
—¿Estás celosa?
—¡En tus sueños! Suéltame o me vas a conocer —el corazón de Dafne empezó a latir con rapidez. Por primera vez, sintió que tenía sentimiento por un hombre que, resultaba ser completamente prohibido para ella.
—Eso quiero, conocerte, quiero saber todo de ti.
Benjamín miró esos labios carnosos que llamaban a ser besados. Por impulso, la besó con suavidad, degustando el labio inferior de ella. Dafne abrió los ojos por su atrevimiento, no pudo negar que aquel beso despertó sensaciones de