Los enfermeros, al verlo cargar a la mujer inconsciente, corrieron hacia él con una camilla. Alan la depositó con cuidado sobre ella, su mirada fija en su rostro pálido. En ese instante, Olivia abrió lentamente los ojos. Lo primero que encontró fue la mirada triste y preocupada de Alan.
—Me salvaste... —susurró con voz débil.
—Mi niña... Perdóname. No llegué a tiempo para evitar que Rogelio te hiciera daño. —Alan sintió un nudo en la garganta.
Los recuerdos golpearon la mente de Olivia como una avalancha.
—¿Dónde está Rogelio? —preguntó, su voz temblorosa—. Él... él quería abusar de mí. Huí, pero me atrapó en el bosque. Recuerdo que me defendí, que me golpeó en la cara... pero después... no recuerdo nada más.
Alan la miró con dulzura, aunque su rabia seguía ardiendo por dentro.
—No pienses en eso ahora, mi amor. No te muevas, podrías lastimarte más —susurró, tomando su rostro con delicadeza. Depositó un beso suave en su frente—. Rogelio no te hará daño nunca más. Está muerto.
Olivia s