Después de la trágica muerte de su madre, Ava descubre que solo podrá heredar el restaurante familiar y obtener la custodia de su hermana menor si permanece casada durante un año. Hasta entonces, su padre, un hombre alcohólico y adicto al juego, mantendrá el control de los bienes y la tutela de Olivia. Un día, Ava se encuentra en el cementerio con una antigua amiga de su madre. Desesperada por la mala vida que llevan bajo el yugo de su padre, Ava le cuenta las dificultades que enfrenta. Greta le ofrece un matrimonio con un desconocido. Dante, un hombre arrogante y ambicioso, acepta la propuesta solo por la promesa de tomar el control total de la empresa familiar. Sin embargo, decide ocultar su verdadera identidad y se hace pasar por un hombre pobre para probarle a su madre que su futura esposa es otra casa fortunas. A medida que Ava y Dante se adentran en su relación, surgen malentendidos, enemigos ocultos y un pasado lleno de malicia. ¿Podrá Ava superar el engaño y reconocer los sentimientos de Dante? ¿Será capaz él de superar el pasado y abrir su corazón nuevamente?
Leer más—Hola, Ángela —contestó Ava perezosa, recostada en su cama, estaba a punto de conciliar el sueño cuando escuchó su teléfono móvil.
—Hija, perdóname por ser tan débil. Si algo me llegará a pasar, cuida de tu hermana. Tú eres fuerte y encontrarás la felicidad al lado de alguien que realmente te demuestre amor.
—¡Mamá! ¿Qué dices? ¿Sabes que no creo en el amor? ¿Dónde estás? ¿Dime ahora mismo que voy por ti? —se levantó asustada, escuchando la voz quebrada de su madre como si estuviera llorando.
—¡Soy masoquista! Como continuamente me lo recriminas. Dejé mi comodidad y abandoné a mi familia por Sergio —hizo una pausa para tomar aire—-. Siempre creyendo en el amor de tu padre, he aguantado engaños y malos tratos. Pero él siempre me convence de que va a cambiar y como una ilusa vuelvo a caer. No me justifico, pero tu papá fue el único hombre al que he amado y amaré hasta la muerte.
—¡Mamá! ¿Por qué dices eso ahora? ¿Viste a papá con otra mujer? —expresó con el teléfono en la oreja mientras se vestía apresuradamente.
—Sí, hija, lo seguí hasta un hotel, lo vi entrar en una habitación. Esperé un rato y al tocar la puerta, el muy sínico abrió, estaba desnudo frente a mí, empujé la puerta y vi a una mujer acostada en la cama. Estoy cansada de creerle todas sus mentiras y ayudarlo cuando se mete en problemas.
—¡Mamá! ¿Dónde estás? —volvió a preguntar alterada.
—Estoy en mi carro conduciendo. Tu papá viene en su carro detrás de mí. Estoy cansada de escuchar tantas mentiras. ¡Hija! Perdóname.
Fue lo último que escuchó Ava antes de sentir un estruendo. El teléfono se le cayó de la oreja y sus lágrimas salían desesperadas recorriendo sus mejillas.
—¡No! ¡No! ¡No, Ángela! ¿Qué locura has hecho? —gritó, con la voz temblando de angustia.
Los malos pensamientos inmutaban su cabeza. Desesperada, tomó las llaves de su carro y bajó a toda prisa por las escaleras. Salió de su casa, cerrando la puerta de su Fiat Panda plateado. Encendió el motor y, sin rumbo fijo, comenzó a conducir por las calles de Alhambra, un tranquilo pueblo en las afueras de Florida. Cuando conducía, Ava vio un accidente en el tramo contrario al que ella conducía. De lejos, vio el carro de su papá estacionado a un lado de la carretera, y un escalofrío recorrió su cuerpo. A toda velocidad, buscó un cruce y retornó. Cuando estaba cerca, estacionó y miró el carro de su mamá destruido en la parte delantera. Allí sus piernas flaquearon. Como pudo, corrió, y uno de los bomberos la detuvo.
—Señorita, no puede pasar. Esta es un área restringida.
—¡Es mi mamá la que está en ese carro! Déjeme verla, por favor, ¡Mi mamá! ¿Dime cómo estás? ¿Solo quiero saber cómo se encuentra mi mamá? —gritaba desesperada. La incertidumbre la estaba matando.
—La señora está en estado crítico. En estos momentos la están trasladando al hospital central —respondió el socorrista, sintiendo pena por la joven que sostenía por sus brazos.
Ava se zafó de aquellos músculos, se giró corriendo hacia su carro. Cuando estaba a punto de introducirse en él, escuchó una voz apagada.
—¡Ava! ¡Hija!
Ella se giro lentamente hacia la voz, entrecerró los ojos y contestó con rabia.
—No me llames hija. Tú llevaste a mi madre a este accidente. Ahora, si estás feliz, ¿verdad? Ahora sí, no vas a tener el estorbo de mi mamá en tu camino, para salir a tomar. ¿Por qué, papá? ¿Por qué tenías que engañarla otra vez con mujeres de la mala vida? ¿Por qué no le diste el divorcio cuando te lo pidió y le ahorrabas tus humillaciones?
—¡Hija! Esto fue un accidente. Ella chocó con una de las barandillas de la carretera. A mí no me vas a echar la culpa, y la relación que tengo con tu mamá es entre nosotros dos. Tu mocosa, a mí me respetas. ¡Soy tu padre, quieras o no! —soltó Sergio, indignado por la altanería de su hija.
—Vaya, padre, que me he gastado, uno que hace sufrir a una mujer por tantos años, que no trabaja porque según lo despiden sin justificación. Que se la pasa en clubes nocturnos teniendo esposa y dos hijas. Siempre engañando a Ángela con sus mentiras baratas. Ahora, ¿qué escusas vas a dar al ella encontrarte con otra mujer? —dijo en voz alta, sintiendo como su sangre hervía por todo su cuerpo.
—Las cosas no son así, Ava. ¿De qué mujer hablas? —Sergio estaba pálido, dio un paso hacia su hija, pero se detuvo al escucharla decir.
—A mí no me engañas, papá. Mi Ángela, antes del accidente, me llamó y me contó que te encontró con una mujerzuela y que tú la perseguías. ¡Sabes! No voy a seguir perdiendo el tiempo contigo — Le dio la espalda, se subió a su carro y condujo a toda velocidad hacia el hospital. Al llegar, salió de carro y corrió hacia el mostrador de urgencias.
—¡Por favor! Mi mamá... —Intentó tomar aire, pero las palabras se le quebraron en la garganta—. ¿Dónde está la señora Ángela Johnson? La que ingresaron por un accidente automovilístico hace unos cuantos minutos, ella es mi madre.
La enfermera, al otro lado del mostrador, alzó la vista. Acostumbrada a ver rostros llenos de angustia, respondió con calma.
—La están atendiendo en la sala dos. —Señaló un pasillo a su izquierda—. Por favor, espere afuera mientras los médicos la evalúan.
Ava corrió por el pasillo y se dejó caer en una de las sillas frente a la puerta. Cada segundo le pesaba como una eternidad. De pronto, las puertas se abrieron, y un médico salió con expresión seria. Ava se levantó de golpe, sintiendo que apenas podía sostenerse en pie.
—Doctor, ¿cómo está la señora Ángela Johnson? —preguntó con voz temblorosa—. Soy su hija.
—Señorita, mantenga la calma. Su mamá llegó en muy mal estado y, lamentablemente, su corazón no resistió. Falleció antes de ser llevada a quirófano.
Ava cayó de rodillas en aquel piso frío de la sala de emergencia, y por primera vez experimentó un dolor punzante en el corazón, que no la dejaba respirar. Con dificultad empezó a balbucear.
—Ángela. ¿Por qué nos dejaste? Tus hijas te amamos, te necesitamos en nuestras vidas. ¿Por qué, mamá? ¿Por qué tuviste que salir otra vez de la casa a buscar a ese sin vergüenza? —se colocó las manos en su pecho, y una cascada de sentimientos rodaban por su cara—. Ahora sí, nos dejaste solas.
El doctor, al ver la escena, se acercó y se inclinó para levantar a Ava, camino con ella hacia una camilla y la recostó. Una enfermera llegó a ellos.
—Leticia, colócale un calmante a la joven y quédate con ella hasta que se sienta mejor.
La enfermera le colocó una inyección, y allí permaneció con ella hasta que se calmó.
Ava se quedó en silencio. En su corazón había mucho rencor con su padre y decepción con su madre, que prefirió morir antes que a ellas.
—¿Y ahora cómo se lo digo a Olivia? —murmuró, con la voz quebrada, mientras su mirada se perdía en el techo de la habitación.
El miedo y el dolor se aferraban a su pecho como un peso insoportable. Sin su mamá, se sentía perdida, incapaz de imaginar qué sería de ellas ahora. Porque con su padre no contaban.
—Señorita, lamento su pérdida, tiene que ser fuerte, sus familiares la necesitan estable, solo Dios y el tiempo la ayudan a recordar a su madre sin dolor —manifestó la enfermera con tranquilidad en la mirada.
—Gracias —murmuró Ava, esforzándose por mantener la compostura mientras una mueca de tristeza deformaba sus labios. Se levantó de la camilla, con manos temblorosas acomodó su ropa y limpió sus lágrimas con la manga de su suéter. Sin decir una palabra más, caminó hacia la salida del hospital. Tenía que preparar el funeral de su madre.
Ava se volvió a sentar y suspiró varias veces, tratando de encontrar las palabras adecuadas para liberarse del peso que había cargado durante años.— Sé la historia de cómo llegaste a la vida de mi madre, pero solo fuiste un pobre hombre que quería ser mantenido. Lástima que mi madre era una ilusa y débil mujer que se enamoró de quien no debía —Hizo una pausa. Reflexionó. Ahora que era madre, entendía más de lo que antes podía —. Te perdono, porque no tuviste nada que ver en la muerte de mi madre. Pero mi confianza, esa tendrás que ganártela.Sergio se limpió las lágrimas con torpeza, su mirada mostraba una cargada de gratitud y resignación. Con voz quebrada murmuró.—Olivia tiene razón, no merezco ser su padre. Nunca lo fui. Y a ti, Ava…—pronuncio soltando un largo suspiro—. Gracias por retirar la denuncia. Eres un alma noble, demasiado para alguien como yo. Me has perdonado sin que lo merezca. —Sus ojos vidriosos recorrieron el rostro de su hija—. —Mi corazón está orgulloso de cada u
Un mes después, Ava se encontraba en su mansión junto a su hermana, la tensión en el aire era palpable. Ambas esperaban la llegada de su padre. Sergio había salido de la cárcel gracias a Ava, quien retiró los cargos en su contra. Con el tiempo, comprendió que guardar rencor no era el ejemplo que quería dar a sus hijos. Al final, lo único que realmente importaba era que su padre no había sido el culpable de la muerte de su madre.—No puedo creer que estes haciendo esto —dijo Olivia, rompiendo el silencio mientras se pasaba nerviosamente una mano por el cabello.—Yo tampoco —respondió Ava, mirando por la ventana con los brazos cruzados—. Pero creo que es lo correcto. Mis hijos merecen conocer a su abuelo, y yo necesito darle un cierre al pasado y que mi corazón se mantenga en paz.Olivia asintió, aunque su corazón no lo perdona.—Yo solo estoy aquí para ver que tiene que decirme. ¿Y si él no ha cambiado? ¿Qué pasará si vuelve a ser el mismo de antes? ¿Qué harías si te vuelve a utilizar?
Dante la miró por unos segundos antes de vociferar.—Sabes que mereces un castigo, Ava —Dante se quitó el cinturón—. Como tu esposo solo debes mirarme a mí, por tu osadía vas a pagar con tu cuerpo.—¿Qué vas a hacer? —preguntó temblorosa.—Algo que te va a gustar mucho, pero que también te recordará que soy el único hombre en tu vida —susurró con voz ronca y cargada de deseo.Se acercó a ella con firmeza y tomó sus manos, guiándola al centro de la cama. Con una mirada intensa, las levantó sobre su cabeza y le ato las muñecas a la cabecera de la cama con el cinturón.—Eres solo mía, Ava —murmuró contra sus labios antes de besarlos con hambre.—Dan, por favor, suéltame. —balbuceó ella separándose de su boca.—No sabes lo furioso que estaba cuando tu primo me contó dónde estaban. Me molestó que me hayas tomado por tonto y que pensaras que no nos íbamos a enterar —su voz era grave, cargada de tensión. —Se quitó la ropa delante de ella, quedándose completamente desnudo. Su mirada ardía con
De repente, unos gritos fuertes rompieron la atmósfera del lugar. La música se apagó de golpe y las luces se encendieron, dejando a la vista una escena caótica. Las chicas se miraron entre sí, con el estómago encogido. Sus miradas se dirigieron hacia la entrada, donde un grupo de hombres avanzaba con paso firme hacia ellas.—Chicas, se los dije… estamos en serios problemas —susurró Sofía, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.Ava tragó saliva al encontrar la mirada oscura y asesina de su esposo. En ese momento, deseó que la tierra se la tragara.—Ay, Dios… estamos condenadas al encierro —murmuró, mientras ella, Sofía y Dafne giraban la cabeza lentamente hacia Olivia.Dante dio una orden seca a sus hombres, quienes comenzaron a sacar del lugar a los meseros semidesnudos. Luego, avanzó con paso firme hacia su objetivo.—No puedo creer que una mujer casada y con hijos se exponga de esta manera —espetó Dante, fulminando a Ava con la mirada.Ella abrió la boca, pero no logró artic
Greta abrió los ojos poco a poco, aturdida. Trató de balbucear unas palabras, pero su voz apenas salía.—No te desesperes, voy por un médico —dijo su hijo apresuradamente.Con la bebé en brazos, salió corriendo en busca de ayuda. Segundos después, varios especialistas entraron a la habitación. Mientras tanto, Dante se dirigió a la sala de espera para dar la noticia del nacimiento de los bebés y de la reacción de Greta a quienes esperaban con ansias.Un año después...—¡Pues yo sí voy a ir a la despedida de soltera de Sofía, y no tienes derecho a prohibírmelo! —exclamó Ava, con los brazos cruzados, mirando con desafío a su esposo.—Ava, los niños son pequeños. Además, esas despedidas son solo una excusa para ver a otros hombres, y tú eres una mujer casada. El único en quien deberías poner los ojos es en mí —vociferó Dante, molesto.—Amor, te estás comportando como un celópata sin razón —soltó Ava, molesta—. ¿Sabes qué? Le diré a Greta que se quede con los niños, ya que tú no quieres ha
Los enfermeros, al verlo cargar a la mujer inconsciente, corrieron hacia él con una camilla. Alan la depositó con cuidado sobre ella, su mirada fija en su rostro pálido. En ese instante, Olivia abrió lentamente los ojos. Lo primero que encontró fue la mirada triste y preocupada de Alan.—Me salvaste... —susurró con voz débil.—Mi niña... Perdóname. No llegué a tiempo para evitar que Rogelio te hiciera daño. —Alan sintió un nudo en la garganta.Los recuerdos golpearon la mente de Olivia como una avalancha.—¿Dónde está Rogelio? —preguntó, su voz temblorosa—. Él... él quería abusar de mí. Huí, pero me atrapó en el bosque. Recuerdo que me defendí, que me golpeó en la cara... pero después... no recuerdo nada más.Alan la miró con dulzura, aunque su rabia seguía ardiendo por dentro.—No pienses en eso ahora, mi amor. No te muevas, podrías lastimarte más —susurró, tomando su rostro con delicadeza. Depositó un beso suave en su frente—. Rogelio no te hará daño nunca más. Está muerto.Olivia s
Último capítulo