Alan se separó de los labios de Olivia, agitado, apoyó su frente contra la de ella. Con la voz entrecortada, susurró:
—Nunca me cansaré de besar tus labios, mi niña. Serás mi perdición. Mejor me voy, o no podré contener las ganas de hacerte mía. Y luego vendrán los reclamos de Dexter.
Olivia, bajo la cabeza avergonzada por lo que iba a decir.
—No te vayas, quiero que seas mi primera vez con un hombre.
Alan levanto su barbilla para buscar su mirada y le preguntó.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo conmigo?
—¡Sí! Sí, quiero estar contigo —confesó, dejando ver el rubor en sus mejillas.
—Por lo que paso hay, no te sientas obligada a entregarte a mí, todo tiene su tiempo.
—No es por eso, es que haces que me sentir deseada. Si no quieres, puedes irte. Y si es porque temes sentirte responsable, no te preocupes. No te estoy exigiendo nada más. Si prefieres, mañana puedes hacer como si nada hubiera pasado.
A Alan no le gustó para nada ese comentario, frunció el ceño y rápidamente la tomó de