Los días pasaban, y Ava no podía contener su emoción. Su embarazo avanzaba sin contratiempos, y cada día dedicaba tiempo a preparar la habitación de los trillizos, quienes nacerían en un mes. Ella y Dante decidieron mantener en secreto el género de los bebés hasta su nacimiento, por lo que optó por una decoración en tonos unisex.
Mientras tanto, Olivia y Alan disfrutaban de su amor apasionado. Cada noche, él se aseguraba de estar a su lado. Esa mañana, Alan se ajustaba el saco frente al espejo mientras le lanzaba un guiño a Olivia.
—Esta semana tendré reuniones con clientes de la empresa de seguridad. Intentaré llegar temprano —dijo con una sonrisa ladeada—. Aunque me encanta encontrarte dormida y despertarte a besos.
—¡Qué egoísta! Llegas tarde y, además, perturbas mi sueño —bromeó Olivia, haciendo un mohín y desplomándose en la cama.
Alan arqueó una ceja y, con una rapidez inesperada, se abalanzó sobre ella, atrapándola bajo su cuerpo.
—Ah, ¿sí? —murmuró con un tono provocador—. Per