VERONICA
Estacioné mi auto al frente de la casa de Daniela y me bajé con una sonrisa en el rostro. La puerta se abrió antes de que yo siquiera tocara el timbre, y Valeria, la mamá de Daniela, me recibió con un cálido abrazo.
—Verónica, ¡qué alegría verte! —me dijo mientras me hacía pasar a la sala.
—Lo mismo digo, Valeria —respondí mientras me sentaba en el sofá—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, gracias —respondió mientras me ofrecía una taza de café—. ¿Y tú?
—Bien, gracias —dije mientras tomaba un sorbo de café—. ¿Y Daniela? ¿Cómo está?
—Pues... —Valeria sonrió—. La vi muy animada para el día de hoy. Estaba cantando en su habitación mientras se preparaba para salir.
—Ah, qué bien —dije sonriendo—. Me alegra saber que está de buen humor.
—Sí, es una niña muy alegre —dijo Valeria con orgullo—espero esta mala experiencia pase rápidamente.
—Tenga fe, Valeria —respondió Verónica con suavidad—. Todo va a pasar. Daniela es una niña muy fuerte y solo está pasando por un bajón emocional. Ella se va a