VERONICA
Me sudaban las manos mientras mi jefe me miraba fijamente, su expresión era seria y penetrante. Sentí un nudo en el estómago y mi corazón latía con fuerza.
— ¿Qué estás haciendo, Verónica? —preguntó con una voz baja y grave que me hizo temblar ligeramente.
Me sentí nerviosa y tartamudeé, mi voz temblaba ligeramente.
—Disculpa, no quería hacerlo —dije con una voz apenas audible.
Mi jefe levantó una ceja y su mirada se volvió aún más intensa.
—¿Hacer qué? ¿Husmear donde nadie te ha llamado? —preguntó con un tono de incredulidad y desaprobación.
Sentí un rubor en mis mejillas y mi garganta se secó.
—Sí... no... no era mi intención —tartamudeé de nuevo, sintiendo que mi nerviosismo aumentaba.
Mi jefe se acercó un poco más a mí, su presencia me intimidaba.
—Verónica, necesito saber qué estás haciendo aquí. ¿Puedes explicarme? —preguntó con una voz firme pero controlada.
Me tomé un momento para calmarme y responder, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Sí, claro... estaba