VERONICA
Me acerco a mi escritorio, mi corazón latiendo con ira y decepción. No puedo creer que él esté aquí, sonriendo como si nada hubiera pasado. El cinismo de algunas personas es increíble. ¿Cómo puede él mostrarse tan tranquilo después de lo que hizo?
Me detengo frente a él, mi mirada intensa y acusadora.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto, mi voz firme y llena de indignación.
Él se levanta de la silla, su sonrisa falsa y condescendiente.
—Verónica, ¿cómo estás? —dice, como si no hubiera pasado nada.
Mi ira crece al escuchar su tono casual y su intento de fingir normalidad.
—No te atreves a llamarme por mi nombre —le digo, mi voz llena de veneno. —Después de lo que hiciste, no tienes derecho a dirigirme la palabra.
—Cálmate, Verónica —dice Jack, su voz tranquila pero con un tono de advertencia. —No vengo a hablar contigo, vengo a hablar con tu jefe.
—Tú y el no tenemos nada de qué hablar —le digo, mi voz firme y desafiante.
Jack sonríe, su mirada glacial.
—Creo que sí —dice, su voz b