Fue más perfecto de lo que recordaba.
La hizo suya y no hubo segundo que no lea adulara con palabras de cariño y afirmaciones.
— Eres hermosa, Emma — le dijo, a medida que dejaba un reguero de besos por su plexo solar.
Emma lo admiró todo el tiempo. Tenía la respiración agitada y la vista empañada.
— Tú… también eres hermoso.
Matías sonrió, orgulloso, maravillado por su inocencia, y continuó bajando hasta que llegó a ese lugar que moría por volver a probar. Le separó las piernas con delicadez, y se hundió en ella.
Emma se arqueó y ahogó un jadeo de placer cuando la lengua de Matías comenzó a trabajar en ella.
— Ah, Matías — musitó, poseída. Dios, él sabía muy bien lo que hacía, y con cada embestida de su lengua en sus pliegues más sensibles, sentía que desfallecería.
— Joder, Emma, sabes mejor de lo que recuerdo — gruñó con fiereza y alzó el rostro. Sus labios húmedos y nariz húmeda la sonrojaron —. Pero voy a necesitar más que una probada o estallaré.
Y antes de darle tiempo a reaccio