Mujer prohibida: 28. Un beso hechizante y... un trágico accidente
Llamó a la única persona que podía ayudarlo en ese momento. Su madre.
— Cariño, tranquilízate. Dices que no has logrado bajarla con nada, ¿verdad?
— No, probé con paños húmedos y ya hice que tomara una pastilla, pero sigue igual.
— ¿Está consciente?
— No, a veces murmura, pero es todo.
— De acuerdo, escúchame bien. Prepara la tina con agua y asegúrate de tenerla allí por el tiempo que sea necesario. La fiebre debería comenzar a ceder mientras para la lluvia. Luego la llevarás al hospital en el peor de los casos.
Cristóbal exhaló, y colgó instantes después, haciendo exactamente lo que le pidió su madre. Llevó a Mía a la habitación y la recostó en la cama mientras preparaba la tina.
Después de algunos minutos, se metió con ella al agua. La pegó a su pecho, mientras frotaba con esperanza sus brazos y su cuello.
— Vamos, mi amor, tienes que ponerte bien, tienes que hacerlo.
No supo por cuanto tiempo estuvo allí, así, con ella, protegiéndola y cuidándola, pero no salió hasta que Mía comenzó