56. El corazón de Amelia ya no resiste mas
— Amelia va a estar feliz — le dijo Cristóbal a su madre —. Ella es la razón por la que estoy aquí. Me ha hecho recapacitar y abrir los ojos — tomó sus manos entre las suyas —. Toda mi vida crecí queriéndote como a una madre, y nada hará que te vea de otra forma. Eres mi madre, Brazilia.
Para ese punto, lágrimas de felicidad empañaban la vista de la buena y bondadosa mujer.
— Ah, Cristóbal…
— No, a partir de ahora soy… hijo.
Los dos rieron, emocionados. Brazilia alzó la mano y le acarició la mejilla.
— Mi hijo, mi pequeño niño — era como tener frente a ella al bebé que salió de sus entrañadas. Tan maravilloso y fuerte.
— Ve a empacar tus cosas. Irás a la casa con nosotros.
— Pero las mucamas…
— Tú, por eso, no te preocupes. Desde este momento, tu lugar en vida es como mi madre, no como el ama de llaves.
Brazilia esbozó una nostálgica sonrisa.
— Hijo, es lo que me ha gustado ser toda la vida. No me quites esto.
— No puedo permitirme que sigas trabajando para mí como una empleada más. No