45. El paradero de Amelia y sus hijos
Fue una noche larga, insoportable, y Cristóbal sentía que no iba a poder resistir por más tiempo.
Matías llegó como a la una de la mañana, y es que tan pronto se enteró de todo, salió apresurado a cómo estaba su amigo.
— Cristóbal — dijo al entrar al despacho, preocupado y alarmado por el caos que encontró allí dentro.
Aparatos electrónicos, objetos de valor y vasos de cristales quebrados en el piso. Entró sorteando cada cosa que se encontraba en el camino, hasta que vislumbró a Cristóbal, sentado en el mueble a los pies de la ventana. Tenía la camisa y el cabello hecho un asco, y el rostro enterrado en las palmas.
Exhaló angustiado.
— ¿No has tenido noticias? — preguntó, recogiendo apenas algunas cosas que todavía servían.
— Nada, es como si… se los hubiese tragado la tierra. Nadie los vio salir. Nadie me da razón del paradero de Amelia y mis hijos — golpeó a un costado del mueble con frustración.
— ¿Tus hijos?
Cristóbal al fin alzó el rostro, y asintió.
— Sí… Amelia está embarazada.