KATIA VEGA
Me quedé congelada, mi cerebro parecía no comprender las palabras del doctor, pero mi nariz cosquilleaba advirtiendo que deseaba llorar. —¿Cáncer? —susurré casi para mí misma.
—Tengo que hacer una biopsia para poder diagnosticarla, entre otros estudios, pero lo más seguro es que estemos hablando de algo maligno —contestó el doctor cada vez más apenado y clavando la mirada en el escritorio.
La mano de Rosa se posó sobre la mía y la apretó con fuerza. —Pero… aún no es nada seguro, ¿verdad? Digo… hay opción de que… no sea cáncer, ¿verdad? —preguntó mientras yo intentaba lidiar con el miedo y la ansiedad.