KATIA VEGA
—Escoge el equipo que quieras… —dijo Yael con media sonrisa, tomándome por sorpresa—. Que lo carguen a mi cuenta.
—¿Qué? No podría —contesté sorprendida—. No quiero traerte problemas.
—Descuida, este lugar es mío, es el negocio que pude levantar con lo poco que le quedaba a la familia Esquivel, telefonía y equipos. Me está yendo bien —agregó mientras se alejaba de mí—. Velo como un regalo para festejar tu próximo divorcio.
Me guiñó un ojo antes de darme la espalda e irse, aún riendo divertido.
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Sal&i