LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 33. Mentiras que no terminan

Su corazón latía tan rápido que por un momento Charlotte sintió que el dolor de aquel martilleo la asfixiaría. ¿Cómo era posible que las mentiras no hubieran terminado aún? ¿Cómo era posible que Lawrence le hubiera ocultado toda aquella sórdida historia con su madre y jamás se lo hubiera dicho?

Sabía que Darcy y Conrad lo habían traicionado, pero jamás había imaginado un adulterio de por medio, o que alguna de ellas no fuera la hija de Conrad Pearce.

Nadie se atrevió a detenerla mientras salía del edificio; su corazón estaba ofuscado, su cerebro estaba aturdido, las ganas de llorar se le hacían un nudo en la garganta, y ni siquiera sabía por dónde estaba caminando ni hacia dónde.

Las luces potentes y cercanas de un auto no la hicieron reaccionar, y Charlotte se quedó paralizada un segundo, hasta que el impacto contra su cuerpo la hizo caer de lado sobre la acera.

Escuchó un gruñido bajo de dolor que no era suyo; y el auto pasó pi