LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 34. Siempre voy a estar aquí
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 34. Siempre voy a estar aquí
Había un instinto ahí, un sexto sentido diseñado para percibir el peligro y en aquel momento Blake lo tenía más desarrollado que nunca. Apenas Charlotte dio el primer paso fuera de la cama él abrió los ojos, pero no se movió ni un milímetro.
La vio soltar lo que quedaba de su vestido, que cayó al suelo, y caminar hacia la puerta de la cabaña en el más absoluto silencio, como si fuera un fantasma, con nada más que aquella ropa interior oscura antes de dirigirse despacio hacia el agua.
No había nada ni nadie alrededor. Blake había heredado aquella cabaña hacía muchos años de su abuelo, junto con un pedazo de playa de al menos dos kilómetros. Era roca fina, de la que lastimaba las plantas de los pies hasta que te metías en el agua, y a aquella hora del amanecer todavía estaba un poco cálida.
Charlotte miró hacia abajo, a las olas llegando hasta sus pies y por cada paso que daba dentro del mar Blake daba dos, dejando ropa tirada sin